Informe 61 de la Fundación 1º de Mayo en el que se recoge el trabajo de Fernando Rocha y Elvira S. Llopis aportando reflexiones sobre la necesidad de una lectura ideológica de la crisis para construir un relato propio de la izquierda que ponga en evidencia las causas reales de la situación.
17 de juny del 2013
Una lectura ideológica de la crisis
Las interpretaciones de la crisis como expresión de las relaciones de poder
Las narraciones de la crisis no son neutras; ninguna de ellas lo es. “En una sociedad como la nuestra, pero en el fondo, en cualquier sociedad, relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar, sin una producción, una acumulación, un funcionamiento del discurso. No hay ejercicio del poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionen en y a partir de esa pareja . Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad (...) en el fondo, tenemos que producir verdad como tenemos que producir riquezas. Por otro lado, también estamos sometidos a la verdad en el sentido en que la verdad hace ley, elabora el discurso verdadero que, al menos en parte, decide, trasmite, empuja efectos de poder. Después de todo somos (...) destinados a vivir de un cierto modo o a morir en función de discursos verdaderos que conllevan efectos específicos de poder” .
En el año 2009, el Estudio de la Fundación 1º de Mayo Necesitamos una lectura ideológica de la crisis, cuya autoría corresponde a Joan Coscubiela , ya subrayaba lo perentorio de construir un relato propio desde la izquierda que pusiera inequívocamente de manifiesto que las causas de la crisis no están vinculadas a comportamientos individuales, sino que son inherentes a la naturaleza del sistema económico y social dominante, a sus reglas del juego y a sus valores.
Una necesidad cuya satisfacción es condición necesaria para que la crisis no se cierre en falso, con un reparto absolutamente injusto de sus costes, y sin que, como contraparte, se acometan reformas significativas en esas reglas de juego y valores que la han propiciado.
Cinco años después de que la crisis se iniciara, la ideología neoliberal sigue liderando, contra todo pronóstico, la agenda y las medidas económicas y sociales
Sin embargo, transcurridos cinco años desde que la crisis se iniciara, dicha lectura de la crisis no parece abrirse camino o, al menos, no lo hace con la suficiente potencia como para articular un discurso que le dispute la hegemonía al discurso de la ideología neoliberal que, contra todo pronostico, continúa liderando tanto la opinión pública como la agenda política de los países de economías desarrolladas y, singularmente, los de la eurozona.
¿Cómo es esto posible? ¿Merced a qué juego de espejos ha podido reescribirse a sí mismo el mismo discurso, las mismas prácticas, los mismos dispositivos que nos situaron al borde del abismo en 2008? ¿Cómo ha podido sobrevivir (y reescribirse) el discurso de las ineficiencias económicas de lo público? ¿Cómo se transmutó la crisis de la deuda privada en una crisis de la deuda pública?
Si algo parecía reverdecer en los primeros meses de la crisis era, precisamente, el discurso y los valores de la social democracia, el papel regulador-compensador de la política, su capacidad para atemperar el sufrimiento de la población y para hacer virar la economía hacia su vertiente menos especulativa, y todo ello en un marco, el europeo, que parecía haber apostado, con sus deficiencias, por un proceso de integración que, si bien de mínimos, quedaba plasmado en el Tratado para una Constitución para Europa y, en forma más pragmática, en la Estrategia de Lisboa.
De este modo, la dimensión transnacional de la economía que consagrara en el ámbito europeo el Tratado de Maastricht, parecía comenzar una tibia andadura hacia su dimensión política y social que, de haberse consolidado, tal vez hubieran acabado por configurar auténticas instituciones de gobernanza de la Unión. Sin embargo, se trata de un condicional contrafáctico: no ha sido así.
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