por Manel García Biel
La
firma del "II Acuerdo para el empleo y la negociación colectiva
2012-2014” entre la patronal y CCOO-UGT ha hecho surgir de nuevo las
viejas, pero renovadas, críticas contra el sindicalismo confederal por
parte de gente que se supone situada a su izquierda.
Se
vuelve a oír hablar de "traición" o "rendición" de los sindicatos, a la
vez que vuelven viejas cantinelas como son el desprestigio de los
sindicatos, la baja afiliación, el recuerdo al tiempo de la épica
sindical, etc. En fin, vuelve la crítica fácil a los sindicatos muchas
veces a partir de ejercicios teóricos y otras derivadas de la ignorancia
o también la mala fe.
No quiero entrar a explicar las bondades del acuerdo al que nos
referimos, creo que el artículo de Joan Coscubiela en Nueva Tribuna "Una primera lectura de los Acuerdos CCOO, UGT y CEOE" es bastante claro al respecto. Prefiero referirme más al marco en el que se da el acuerdo para relacionarlo con las criticas.
Algunas acusaciones hablan, como si fuera cosa hecha, de la continua
marcha atrás del sindicalismo confederal en los últimos tiempos. Es una
afirmación que los hechos rebaten de forma evidente. La afiliación
sindical, al menos en el caso de CCOO, tiene una trayectoria en ascenso,
y el sindicalismo de carácter confederal, el de CCOO y UGT, sigue
teniendo un amplísimo apoyo electoral en las Elecciones Sindicales,
elecciones en las que se da una amplia participación de los
trabajadores, muy por encima en relación a las elecciones políticas.
Habría que dejar muy claras las diferencias entre la acción sindical y
la acción política. El sindicalismo conlleva la gestión cotidiana del
conflicto social, desde los centros de trabajo, en la negociación
sectorial, hasta llegar al ámbito confederal. La acción sindical
conlleva no quedarse quieto ante situaciones que no gustan, sino
enfangarse para conseguir lo mejor posible para los trabajadores que se
representa. Es decir el trabajo sindical no permite abstenerse en
situaciones difíciles para dejar tranquila y pura la propia conciencia,
sino que la pureza de conciencia no cuenta ante la necesidad de defender
lo mejor posible, a veces con costes, las condiciones de los
trabajadores representados. Y la acción sindical también conlleva, a
veces y en momentos difíciles, ceder en determinados aspectos para
garantizar objetivos más importantes que también están en juego. Esto es
en parte lo que ha pasado en el acuerdo actual, se puede perder en
salario, a pesar de evitar la congelación, pero se garantiza que lo más
fundamental, y que estaba en peligro, como son los marcos propios de la
negociación, o el establecimiento y regulación de formas de flexibilidad
interna participada, que eviten despidos, puedan ser elementos dejados a
la arbitrariedad empresarial.
La actuación sindical siempre debe tener en cuenta el contexto en que se
produce y éste no lo determinan los sindicatos, pero es el que enmarca
su actuación. Y está demostrado que los momentos de crisis no son los
más positivos para hacer avanzar los intereses de la clase trabajadora.
El paro, la propia crisis crea miedo entre los trabajadores y los hace
menos proclives a la confrontación. Esto es tan realidad como que es en
los momentos de ascenso económicos cuando se consiguen mejorar las
condiciones laborales. En este sentido el momento de negociación del
actual acuerdo no se puede menospreciar: en el ámbito económico una
situación de crisis muy fuerte; y en el ámbito político el inicio de una
nueva legislatura con una amplia mayoría de las derechas.
Por otra parte hay que tener en cuenta que, en el momento presente,
poner en cuestión el movimiento sindical es uno de los objetivos
políticos de la derecha. Ante la falta de alternativa visible por parte
de la pseudo-izquierda y de la izquierda política, la derecha sabe que
tiene que tratar de dejar fuera de juego a la izquierda social
organizada, es decir el movimiento sindical confederal. La derecha, lo
que no hace alguna gente de izquierdas, recuerda claramente que en
tiempos de la mayoría absoluta de José María Aznar, sin que se pudiera
vislumbrar una alternativa política, fueron los sindicatos los que
primero le hicieron frente con una Huelga General contra el "Decretazo",
que obligó al ex-presidente a dar vuelta atrás. El PP no lo ha olvidado
y por ello reducir el movimiento sindical es hoy uno de sus grandes
objetivos. Y la forma de actuar contra el movimiento sindical no es
reduciendo sus recursos, reduciendo subvenciones institucionales o
recortando liberados sindical, que también, sino intentando liquidar la
base de su legitimidad y de su propia existencia: la negociación
colectiva.
Creo realmente que los sindicatos han actuado con habilidad logrando
estos acuerdos que cuestiona, en los temas pactados, que el Gobierno del
Estado pueda legislar en contra de lo que el pacto establece. La
alternativa al acuerdo tal vez sería más épica, pero quizás sería
suicida, como plantear en el momento actual una confrontación directa
con un Gobierno de mayoría absoluta en el inicio de su mandato, y que
podría comportar una derrota de difícil recuperación. Recordemos la
memorable huelga de los mineros británicos contra la Tatcher, y que
después de una muy dura confrontación terminó con la derrota del
movimiento sindical. Derrota de la que hasta ahora no se ha recuperado
el movimiento sindical y que supuso después una retrógrada cascada de
legislación antilaboral y antisocial en el Reino Unido.
Como se ha dicho antes, la base de la función del movimiento sindical
confederal es la gestión del conflicto social. Y esta gestión se hace
tanto en la mesa de negociación como en la confrontación y la
movilización, ambas partes indisociables de la práctica del movimiento
sindical. Pero la virtud del éxito de la acción sindical es saber
escoger el momento de cada cosa. Y creo que intentar avanzar lo posible
mediante la negociación, en el momento actual, ha sido acertado.
Especialmente si sabemos la soledad en cuanto a aliados, que son pocos,
en la que se encuentran los sindicatos.
El movimiento sindical confederal, al menos en el caso de CCOO no está
derrotado, ni burocratizado, ni retrocediendo en los últimos años, como
algunos, de forma un poco atrevida, dicen. Ha sido gracias al movimiento
sindical, en especial a CCOO, que este país goza hoy de un sistema de
pensiones público, solidario y de reparto, solvente. Hay que tener en
cuenta que se ha conseguido a pesar de que, de forma reiterada,
especialmente a finales de los 90, se han padecido reiteradas ofensivas
de poderosos sectores económicos-financieros y políticos para
liquidarlo.
El movimiento sindical está tan vivo que hace pocos años, en su último
Congreso, CCOO cambió su secretario general precisamente ante la deriva
de querer controlar la organización entre pocos. De aquel congreso salió
una nueva dirección que aglutina las diversas sensibilidades
existentes, lo que ha permitido que un tan acuerdo difícil como este
último sea aprobado con el voto favorable de un 92% de los miembros de
su Consejo Confederal.
El sindicalismo confederal ha negociado todo lo que ha sido posible para
mantener condiciones básicas para el mantenimiento de la negociación
colectiva. Otra opción como plantearse renunciar a negociar y dejar que
sea el gobierno el que legisle por decreto, no es aceptable por parte de
quien pretende ser un instrumento útil para los trabajadores. Una
actuación así sólo se puede plantear desde un sindicalismo testimonial y
no representativo que puede aspirar a satisfacer su pureza pero que
renuncia a ser un interlocutor válido para los intereses reales de los
trabajadores.
La ciudadanía no puede votar de forma muy mayoritaria a fuerzas de la
derecha y al día siguiente pedir que los sindicatos eviten que se
apliquen las políticas de derechas.
Otra critica fácil y creo que injusta que se hace al movimiento sindical
es cargarle responsabilidades que no son suyas. La ciudadanía no puede
votar de forma muy mayoritaria a fuerzas de la derecha y al día
siguiente pedir que los sindicatos eviten que se apliquen las políticas
de derechas. Mas pese a todo son los sindicatos los que organizan la
resistencia, dentro de sus posibilidades, a la aplicación de estas
políticas de derechas.
El movimiento sindical no es el encargado ni el responsable del cambio
político. Ya hace mucho tiempo lo dijo el propio Lenin, el cambio
político se debe hacer e impulsar desde la política, el papel del
movimiento sindical es defender lo mejor posible, en cada contexto
concreto, las condiciones de los trabajadores, por lo que él catalogaba
el sindicalismo de reformista. Objetivamente la historia del movimiento
sindical en nuestro país no se merece que se le suspenda. Y aún más,
como dijo en su día Marcelino Camacho, cuando ha sido el pariente pobre
de nuestro sistema democrático.
Fuente: nuevatribuna.es